Cuentos y mas que cuentos
"EL MEOLLO DEL ASUNTO"

Es una recopilación de cuentos vividos por David Fernando a lo largo de su carrera artística por tablados y carpetas, por rincones, laberintos, sendas y recovecos, por vericuetos y trochas.

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Era muy fácil y una costumbre que había hecho carrera entre los pobladores de Mocoa, en el hoy departamento del Putumayo, en el bellísimo país de Colombia año 1822, que sus habitantes
por la falta de autoridad que llegara a tan apartada y escondida región a dirimir algunos asuntos de sus pobladores, hubieran optado por la elemental y fácil modalidad del cara y sello.


La población era tranquila como el rio Putumayo, que baña sus tierras en medio de una vegetación fecunda y encantadora.


Las tardes se convertían en sonoros conciertos, donde el canto de las aves se entremezclaba con las agudas voces cantoras de sus mujeres, que producían un bellísimo concierto mixto de aves, animales y voces humanas. Nunca faltaban los perros y gatos, que en medio de tanta armonía habían aprendido a convivir en paz. Tampoco faltaba el mico saboteador que a veces se colaba entre los arboles para hacerles rechiflas a los cantantes y músicos.


Ya ellos acostumbrados a tan repetido saboteo, trataban de ignorarlos, aunque a veces algunas serpientes fanes que agradecían los conciertos, hacían presencia para alejar a los molestosos saboteadores.


Los pocos inconvenientes que se presentaban entre los pobladores, se sorteaban en una forma fácil y sencilla, tirando una moneda al aire y cada cual escogía un lado de la moneda, cara o sello.

Nunca hubo reclamos, todos aceptaban lo que por suerte resultara.
A lomo de mula comenzaron a llegar huéspedes citadinos que creyeron venir a enseñarles a los nativos los adelantos de las ciudades y nunca pensaron que ellos podrían aprender algo de la comunidad indígena, que era la gran mayoría. Pasado un tiempo la comunidad tuvo la visita de un político que vestía saco y corbata y a quien su ayudante llamaba “doctor”.

Este, solemne y meloso les traía en promesas el primer discurso con melena alborotada que había escuchado el pueblo de Mocoa. Días más tarde, el hábil político regresó a recoger los frutos de su prometedor discurso y los habitantes del pueblo lo recibieron con vivas y con aplausos.

Entre negros, mestizos e indios, todos campesinos cultivadores de la tierra, en una sencilla reunión habían escogido al representante de la comunidad, con la fórmula del cara y sello, que les había permitido irse eliminando uno a uno entre los competidores, hasta llegar al representante ganador.


Lo que quedaba pendiente era que éste debería contender contra el político que les había llevado el atractivo y estimulante discurso con melena alborotada, vistiendo saco y corbata, y a quien ya parte del pueblo llamaba “doctor”.


El juego estaba bastante disparejo, pues el representante de los campesinos solo llevaba alpargatas, sombrero, un machete al cinto medio roído y además, era un poco tartamudo.


Llegado el momento, el campesino escogido le dijo al “doctor” que no había problema para que escogieran, solo que ahí en el pueblo, todo lo decidían con la fórmula del cara y sello, tirando una moneda al aire y cada cual escogía a su suerte. El político le dijo que no había problema, que ellos en el congreso, aceptaban esa modalidad en algunos casos, solo que tenía sus reglas.


“Cuales son?”, preguntó el campesino.
“Muy fácil amigo, con cara gano yo y con sello pierde usted”, dijo el político.
Al campesino le pareció bien, pues viniendo de una persona, que con saco y corbata llegaba hasta sus predios, que hablaba con elocuencia y que ya muchos le decían doctor, consideró que podía confiar y acepto el tiro de la moneda al aire.


Desde ese día y hasta el día de hoy, el campesinado ha seguido esta fórmula, con cara gana el político y con sello pierde el campesino.